En 2012, durante la Conferencia de Desarrollo Sostenible de la ONU
(Río+20), el Secretario General (SG) recibió el encargo de preparar las bases
de una agenda post-2015 conforme al mandato de la declaración “El futuro que queremos”. En 2013 y 2014, la Asamblea General (AG), con respaldo de los
representantes gubernamentales, sugiere al SG sintetizar todas las
recomendaciones y culminar el proceso en una cumbre de jefes de Estado y
Gobierno. El Open Group sobre ODS
eleva a la AG un informe con una propuesta de 17 objetivos, al que se une un
informe de síntesis del SG (“El camino hacia la dignidad para
En 2015, el proceso intergubernamental de negociaciones realiza 8 sesiones
para perfilar la agenda, después de intensos debates que obligaron a pactar (y
renunciar) a muchas formulaciones iniciales. Mes y medio antes de la Cumbre de
Jefes de Estado, se alcanza el consenso
“Transformando nuestro mundo: la Agenda 2030 para el
desarrollo sostenible”, aprobándose mediante resolución de la Asamblea General, el 25 de
septiembre de 2015. Previamente se realizó en julio la III Conferencia
Internacional de Financiación del desarrollo que adoptó la Agenda de Acción de Addis Abeba, una tentativa más retórica que efectiva, de concretar un marco de
financiación de la agenda 2030.
Según Javier Surasky, del think tank CEPEI, “la Agenda 2030 reúne en una sola línea, los procesos de promoción del desarrollo y de protección del medio ambiente que tenían lugar en el marco de la ONU”. Los ODS se diferenciarían de los ODM en su formulación participativa, en estar dirigidos tanto a Países en Desarrollo (PeD) como a países desarrollados, en su trascendencia para todos los países independiente del nivel de renta, en el énfasis por los logros globales bajo el principio de “no dejar a nadie atrás” y en el contexto económico incierto con señales desfavorables para los PeD.
Aunque en los años transcurridos desde la adopción de la Agenda 2030 se han producido avances en la institucionalización de la Agenda en los países, en su gobernanza global a través del Foro Político de Alto Nivel y de plataformas regionales, o en el diseño de mecanismos de seguimiento y monitoreo (informes voluntarios nacionales y regionales), ni el contexto marcado por el deterioro económico en muchos PeD, debido a su dependencia de las materias primas o el retorno al proteccionismo en los países desarrollados, ni el contexto político con la llegada al poder de gobernantes populistas de diferentes tendencias ideológicas, crean un entorno favorable para su implementación. La pandemia del Covid-19 impactó en las expectativas de cumplimiento de la Agenda 2030, aunque también suscitó esperanzas de que supusiera un acicate para una implementación mejor financiada y más acelerada. La guerra entre Rusia y Ucrania (2022), y los futuros conflictos que se esperan a causa de las tensiones geopolíticas entre las grandes potencias, detraen recursos financieros que reducen los flujos de AOD y comprometen la financiación multilateral, clave en la agenda 2030.
La Agenda 2030 es valorada positivamente, aunque también es objeto de críticas. La proclamación de los ODM (2000) y los ODS (2015) representan la síntesis y plasmación de consensos y prácticas que fueron sedimentándose a partir de los años 80 en la comunidad internacional y en los estudios del desarrollo. Su matriz teórica, difuminada en las Declaraciones que los instituyen, se identifica en las formulaciones de los límites del crecimiento, la sostenibilidad ambiental y el enfoque del Desarrollo Humano (MILANI, C. (2014): “Evolução histórica da Cooperação Norte-Sul”, en MELLO, A. (Org.): Repensando a cooperação internacional para o desenvolvimento, IPEA, Brasilia, pp.33-56). No es cuestionable que todos estos aspectos se integren en una visión común y multidimensional del desarrollo y la CID. Pero si puede discutirse hasta qué punto agendas como los ODM y los ODS representan consensos asumidos como universales que no cabe poner en tela de juicio, en cuanto suponen renuncias explícitas a comprender las causas del subdesarrollo y los factores políticos que los explican. Son agendas que pretenden “cambiar el mundo sin cambiar la distribución del poder” (Martínez y Martínez, 2015).
Los
antecedentes de los ODM y los ODS (Resumen 1982-2022)
1982 –Crisis de la deuda en los PeD. Impacto en la orientación económica de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD).
1990 – El PNUD publica el primer Informe de Desarrollo Humano. Se celebra la Cumbre Mundial sobre Infancia por la ONU, iniciando un ciclo de conferencias internacionales por el desarrollo.
1991 – El fin de la Guerra Fría permite una orientación desarrollista de la cooperación, aunque el fenómeno de la “fatiga de los donantes” hace caer la AOD a mínimos históricos.
1996 – El CAD/OCDE publica “Moldeando el siglo XXI”, embrión de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM).
2000 – La ONU adopta la Declaración del Milenio y una agenda de desarrollo con 8 objetivos.
2001 – Los ataques a las Torres Gemelas impactan negativamente en la agenda de desarrollo, iniciando un ciclo de “seguritización” de la AOD, volcada en la lucha contra el terrorismo.
2002 – En 2002 se convoca la Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo, celebrada en Monterrey y continuada en 2008 por la Conferencia de Doha.
2005 – En la Cumbre del Milenio+5, mecanismo quinquenal de seguimiento de los ODS, se constató la caída de la financiación para el desarrollo.
2012 – Conferencia de Río + 20 inicia el proceso para la adopción de los ODS.
2013 – La crisis de los refugiados sirios multiplica los recursos de la AOD para su atención.
2015 – La ONU aprueba la Agenda 2030 con sus 17 objetivos.
2020 – El Covid-19 golpea al mundo. La cooperación internacional se concentra en facilitar la vacunación, fortalecer los sistemas de salud y mitigar sus impactos en los países en desarrollo a través de la AOD.
2022 – La invasión rusa de Ucrania “reseguritiza” la cooperación internacional y obstaculiza el cumplimiento de la Agenda 2030, comprometiendo las metas medioambientales y de paz.
Fuente: Elaboración propia
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